lunes, 4 de enero de 2016

EL VIAJE DE ETANA

¡Oh, Señor, que tu boca lo ordene! ¡Concédeme la Planta del Nacimiento! ¡Muéstrame la Planta del Nacimiento! ¡Quítame esta incapacidad! ¡Haz para mí un sheml Halagado por la oración y cebado con el cordero sacrificial, Shamash le concedió a Etana el shem. Pero, en vez de hablar de un shem, Shamash le dice a Etana que un «águila» le llevará al deseado lugar celeste. Tras indicar a Etana el camino hasta el foso donde estaba situada el Águila, Shamash le explicó a ésta por anticipado la misión pretendida. Intercambiando mensajes crípticos con «Shamash, su señor», el Águila recibió las instrucciones: «Te enviaré a un hombre; se cogerá de tu mano... llévalo aquí... haz todo lo que él te diga... haz lo que te he dicho». Al llegar a la montaña que le había indicado Shamash, «Etana vio el foso», y, dentro de él, «había un Águila». «Siguiendo las órdenes del valeroso Shamash», el Águila entró en comunicación con Etana. Una vez más, éste explicó su propósito y su destino, tras lo cual, el Águila dio instrucciones a Etana sobre el procedimiento para «sacar al Águila de su foso». Los dos primeros intentos resultaron fallidos, pero, al tercero, el Águila fue exitosamente elevada. Al amanecer, el Águila le anunció a 111 Etana: «¡Amigo mío... hasta el Cielo de Anu te voy a llevar!», y, explicándole cómo agarrarse, despegó y se elevó hasta las alturas con rapidez. Como si se tratara del informe de un moderno astronauta viendo alejarse a la Tierra a medida que su cohete se eleva, el antiguo narrador dice que la Tierra se hacía cada vez más pequeña para Etana: Cuando lo había subido a lo alto un beru, el Águila le dijo a Etana: «¡Mira, amigo mío, lo que parece la tierra! Mira al mar, a los lados de la Casa Montaña: la tierra se ha convertido en una simple colina, el ancho mar es como una bañera». Cuanto más ascendía el Águila, más pequeña parecía la Tierra. Cuando llegaron al segundo beru, el Águila dijo: «¡Amigo mío, echa un vistazo y observa la tierra! La tierra se ha convertido en un surco... El ancho mar es como un cesto de pan».... Cuando lo subió al tercer beru, el Águila le dijo a Etana: «¡Mira, amigo mío, lo que parece la tierra! ¡La tierra se ha convertido en la zanja de un jardinero!» Y, entonces, mientras seguían ascendiendo, la Tierra desapareció súbitamente de la vista. Cuando miré a mi alrededor, la tierra había desaparecido, y mis ojos ya no podían recrearse en el ancho mar. Según una versión de este relato, el Águila y Etana llegaron al Cielo de Anu. Pero otra versión afirma que a Etana se le enfriaron los pies cuando dejo de ver la Tierra, y ordenó al Águila que diera la vuelta y se «zambullera» en la Tierra. Una vez más, nos encontramos con un paralelo bíblico a tan inusual relato de ver la Tierra desde una gran altura. Ensalzando al Señor Yahveh, el profeta Isaías decía de él: «Es él el que se sienta sobre el círculo de la Tierra, y sus habitantes son como insectos». El relato de Etana nos dice que, buscando un shem, Etana tuvo que comunicarse con un Águila en el interior de un foso. El grabado de un sello nos muestra una estructura alta, con alas (¿una torre de lanzamiento?) desde encima de la cual se eleva un águila. (Fig. 78) (Fig. 78) 112 ¿Qué o quién era el Águila que llevó a Etana a los distantes cielos? No podemos evitar asociar el antiguo texto con el mensaje enviado a la Tierra por Neil Armstrong, comandante de la nave espacial Apolo 11, en Julio de 1969: «¡Houston! Aquí Base Tranquilidad. ¡El Águila ha alunizado!» Estaba informando del primer aterrizaje del Hombre en la Luna. «Base Tranquilidad» era el lugar del alunizaje; Águila era el nombre del módulo lunar que se separó de la nave espacial y llevó a los dos astronautas a la Luna (para luego volver a la nave madre). Cuando el módulo lunar se separó para volar por sí mismo en la órbita lunar, los astronautas informaron al Control de la Misión en Houston con estas palabras: «El Águila tiene alas». Pero «Águila» también podía designar a los astronautas que tripulaban la nave espacial. En la misión Apolo 11, «Águila» era también el símbolo de los astronautas, que lo llevaban como emblema en sus trajes espaciales. Al igual que en el relato de Etana, ellos también eran «Águilas» que podían volar, hablar y comunicarse. (Fig. 79) (Fig. 79) ¿Cómo hubiera representado un artista de la antigüedad a los pilotos de las naves celestes de los dioses? ¿Los habría representado, por casualidad, como águilas? Eso es exactamente lo que hemos descubierto. ¡El grabado de un sello asirio de alrededor del 1500 a.C. muestra a dos «hombres-águila» saludando a un shem! (Fig. 80) (Fig. 80) Se han encontrado numerosas representaciones de tales «Águilas» -los estudiosos les llaman «hombres-pájaro». En la mayoría de ellas se les muestra flanqueando el Árbol de la Vida, como para recalcar que ellos, con sus shem, establecen el vínculo con la Morada Celeste donde se encuentran el Pan de la Vida y el Agua de la Vida. De hecho, en la representación más común, se ve a las 113 Águilas sosteniendo el Fruto de la Vida en una mano y, en la otra, el Agua de la Vida, en plena conformidad con los relatos de Adapa, Etana y Gilgamesh. (Fig. 81) (Fig. 81) La mayoría de las representaciones de estas Águilas muestran, con toda claridad, que no eran monstruosos «hombres-pájaro», sino seres antropomórficos que llevaban trajes o uniformes que les daban la apariencia de águilas. En un relato hitita donde se habla de la desaparición del dios Telepinu, se nos dice que «los grandes dioses y los dioses menores se pusieron a buscar a Telepinu» y que «Shamash envió a una veloz Águila» para encontrarlo. En el Libro del Éxodo, se dice que Dios les recordó a los Hijos e Israel, «Os he llevado sobre las alas de las Águilas, y os he traído hasta mí», confirmando, por lo que parece, que la forma de llegar a la Morada Divina era sobre las alas de Águilas -justo lo mismo que se dice en la narración de Etana. En realidad, numerosos versículos bíblicos describen a la Deidad como a un ser alado. Booz le dio la bienvenida a Rut en la comunidad de Judea por «venir bajo las alas» del Dios Yahveh. El salmista buscaba seguridad «bajo la sombra de tus alas» y describía el descenso del Señor desde los cielos. «Montó en un querubín y se fue volando; Él remontó el vuelo sobre ventosas alas». Analizando las similitudes entre el bíblico EL (empleado como título o término genérico de Deidad) y el cananeo EL, S. Langdon (Semitic Mythology) demostró que a ambos se les representaba, tanto en los textos como en las monedas, como dioses alados. Los textos mesopotámicos presentan invariablemente a Utu/Shamash como al dios que está a cargo del lugar de aterrizaje de los shem y de las Águilas. Y, al igual que a sus subordinados, se le muestra a veces llevando todos los elementos del traje de un Águila. (Fig. 82) 114 (Fig. 82) En calidad de responsable de los shem, es él el que podía conceder a los reyes el privilegio de «volar sobre las alas de los pájaros» y de «elevarse desde los cielos inferiores a los superiores». Y cuando se le lanzaba a las alturas en un cohete ígneo, era él «el que se desplazaba a distancias ignotas, por innumerables horas». No en vano, «su red era la Tierra, su cepo los cielos distantes». La terminología sumeria para los objetos relacionados con el viaje celeste no se limitaba a los ME que los dioses se ponían o a los MU, sus «carros» de forma cónica. En unos textos sumerios que describen Sippar se cuenta que había una parte central, oculta y protegida por poderosos muros, en cuyo interior se levantaba el Templo de Utu, «una casa que es como una casa de los Cielos». En un patio interior de este templo, protegido también por altos muros, estaba «erguido hacia arriba, el poderoso APIN» («un objeto que surca», según los traductores). En un dibujo encontrado en el montículo del templo de Anu en Uruk se ve uno de estos objetos. Hace unas cuantas décadas, habría sido difícil adivinar lo que era este objeto, pero, ahora, podemos reconocer en él un cohete espacial de varias etapas en cuya cúspide descansa el cónico MU o cabina de mando. (Fig. 83) (Fig. 83) 115 Las pruebas de que los dioses de Sumer poseían no sólo «cámaras voladoras» para recorrer los cielos de la Tierra sino también cohetes de varias etapas para ir al espacio, emergen del examen de los textos donde se describen los objetos sagrados del templo de Utu en Sippar. Se nos cuenta que a los testigos del tribunal supremo de Sumer se les hacía prestar juramento en un patio interior, junto a un pórtico a través del cual podían ver y enfrentarse a tres «objetos divinos», que tenían por nombres «la esfera dorada» (¿la cabina de la tripulación?), el GIR y el alikmahrati -un término que, literalmente, significaba «impulsor que hace ir a los navios», o lo que nosotros llamaríamos «motor». Lo que nos encontramos aquí es una referencia a un cohete de tres partes, con la cabina o módulo de comando en el extremo superior, los motores en el extremo inferior y el gir (*) en el centro. Éste último es un término que se ha utilizado ampliamente en relación con el vuelo espacial. A los guardianes que se encontró Gilgamesh en la entrada del sitio de aterrizaje de Shamash se les llamaba hombres-gir. En el templo de Ninurta, la zona interior sagrada o más vigilada recibía el nombre de GIR.SU («de donde surge el gir»). Se admite en general que Gir era un término utilizado para describir a un objeto de bordes afilados. Una observación detenida del signo gráfico de gir nos permite comprender mejor la naturaleza «divina» de este término, pues lo que vemos es un objeto largo con forma de flecha, dividido en varias partes o compartimentos. (*)Gir Que el MU pudiera cernerse por sí mismo sobre los cielos de la Tierra, o cruzar los continentes al ir sujeto a un gir, o convertirse en un módulo de mando en la cúspide de un apin de varias fases, es una prueba del alto nivel de ingeniería de los dioses de Sumer, los Dioses del Cielo y de la Tierra. Un estudio detenido de los pictogramas e ideogramas sumerios no deja lugar a dudas acerca de que, quienquiera que fuese el que trazó esos signos, estaba familiarizado con las formas y el propósito de los cohetes con colas de fuego humeante, de los vehículos con forma de misil y de las «cabinas» celestes. KA.GIR («boca del cohete») mostraba a un gir dotado de aletas, o cohete, dentro de un recinto subterráneo parecido a un pozo. KA.GIR ESH («Morada Divina»), la cámara o módulo de mando de un vehículo espacial. ESH ZIK («ascender»), ¿un módulo de mando despegando? ZIK Por último, echemos un vistazo al pictograma de «dioses» en sumerio. Esta palabra estaba compuesta por dos sílabas: DIN.GIR. Ya hemos visto lo que era el símbolo GIR: un cohete de dos fases con aletas. DIN, la primera sílaba, significaba «justo», «puro», «brillante». Al ponerlas juntas, 116 por tanto, DIN.GIR, es decir, «dioses» o «seres divinos», transmitía el significado de: «los justos de los objetos en punta brillantes», o, de forma más explícita, «los puros de los cohetes ardientes». El pictograma de din era éste: que nos trae fácilmente a la memoria al potente motor de un reactor que arroja llamas por la parte posterior, y con el extremo frontal desconcertan-temente abierto. Pero el desconcierto se convierte en asombro cuando «deletreamos» dingir combinando los dos pictogramas. ¡La cola del gir con aletas encaja a la perfección con la abertura frontal del din! (Fig. 84, 85) (Fig. 84) (Fig. 85) El asombroso resultado es la imagen de una nave espacial propulsada por un cohete, con un módulo de aterrizaje atracado a la perfección -¡de la misma manera que el módulo lunar atracaba en la nave espacial Apolo 11!- Es, ciertamente, un vehículo de tres fases o etapas, en la que cada parte encaja perfectamente en la otra: en la sección de propulsión estarían los motores, la sección media contendría los suministros y los equipos, y la «cámara celeste» cilindrica que albergaría a los dingir, los dioses de la antigüedad, los astronautas de hace milenios. ¿Puede haber alguna duda de que los pueblos de la antigüedad, al llamar a sus deidades, «Dioses del Cielo y de la Tierra», estaban queriendo decir, literalmente, que eran gentes de alguna parte que habían venido a la Tierra desde los cielos? Las evidencias hasta ahora presentadas en lo referente a los antiguos dioses y sus vehículos no deberían dejar resquicios a la duda de que hubo una vez seres vivos de carne y hueso que, literalmente, bajaron a la Tierra desde los cielos. Incluso los primeros recopiladores del Antiguo Testamento -que consagraron la Biblia a un único Dios- consideraron necesario reconocer la presencia en la Tierra de estos seres divinos en la antigüedad. La enigmática sección -a la que le tienen pánico tanto los traductores como los teólogos- es la que forma el comienzo del Capítulo 6 del Génesis. Ocupa el espacio que hay entre la reseña de la expansión de la Humanidad a lo largo de las generaciones después de Adán y el relato del desencanto divino con la Humanidad que precedió al Diluvio. Afirma, inequívocamente, que, en aquel tiempo, los hijos de los dioses vieron que las hijas de los hombres estaban bien; y tomaron por esposas a las que preferían de entre todas ellas. Las connotaciones de estos versículos, y los paralelismos que hay con los relatos sumerios de los dioses, de sus hijos y nietos, y de la descendencia semidivina resultante de la cohabitación entre dioses y mortales, se acumula mientras seguimos leyendo los versículos bíblicos: Los nefilim estaban sobre la Tierra, en aquellos días y también después, cuando los hijos de los dioses cohabitaban con las hijas de los Adán, 117 y ellas les daban hijos. Ellos fueron los poderosos de la EternidadEl Pueblo del shem. La traducción que figura aquí no es la traducción tradicional. Durante mucho tiempo, la expresión «Los nefilim estaban sobre la Tierra» se tradujo como «Había gigantes sobre la tierra»; pero los traductores modernos reconocen el error, optando al final por dejar intacto el término hebreo nefilim en la traducción. El versículo «El pueblo (gente) del shem», como sería de esperar, se tradujo como «la gente que tenía un nombre», y, de ahí, «los hombres famosos». Pero, como ya hemos dicho, el término shem se debe tomar en su sentido original -un cohete, una nave espacial. Entonces, ¿qué significa el término nefilim'? Derivado de la raíz semita NFL («ser lanzado abajo»), significa exactamente lo que significa: ¡aquellos que fueron arrojados a la Tierra! Los teólogos contemporáneos y los eruditos bíblicos han preferido evitar estos molestos versículos, justificándolos alegóricamente o, simplemente, ignorándolos por completo. Pero los escritos judíos de la época del Segundo Templo reconocieron en estos versículos los ecos de antiguas tradiciones sobre los «ángeles caídos». Algunos de los más antiguos trabajos eruditos llegaron a mencionar los nombres de estos seres divinos «que cayeron del Cielo y estaban en la Tierra en aquellos días»: Sham-Hazzai («centinela del shem»), Uzza («poderoso») y Uzi-El («poder de Dios»). Malbim, un destacado comentarista bíblico judío del siglo XIX, reconocía estas antiguas raíces y explicaba que «en la antigüedad, los soberanos de los países eran los hijos de las deidades que llegaron a la Tierra desde los Cielos, y gobernaron la Tierra, y tomaron esposas de entre las hijas del Hombre; y entre su descendencia hubo héroes y poderosos, príncipes y soberanos». Estas historias, decía Malbim, eran de los dioses paganos, «hijos de las deidades que, en tiempos primitivos, cayeron desde los Cielos a la Tierra... ésta es la razón por la que se llamaron a sí mismos 'nefilim', «Aquellos Que Cayeron». Con independencia de las implicaciones teológicas, no se nos puede escapar el significado literal y original de los versículos: los hijos de los dioses que vinieron a la Tierra desde los cielos eran los nefilim. Y los nefilim eran el Pueblo del Shem -el Pueblo de las— Naves Espaciales. A partir de aquí, les seguiremos llamando por su nombre bíblico. 118

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